Riesgos de las benzodiacepinas

Una palma de una mano con pastillas

La medicalización del malestar y la falta de recursos psicológicos en la sanidad pública española convierten el consumo de estos fármacos en un problema de adicción grave

Orfidal, Trankimazin, Diazepam, Rivotril… son los nombres comerciales de algunos de los fármacos más recetados por los médicos de atención primaria y por las consultas de los profesionales de Psiquiatría. Su auge en los últimos 20 años ha sido, por desgracia, espectacular. A medida que ha crecido la globalización y el estrés en el mundo occidental ha aumentado el neuroticismo en forma de los dos principales problemas mentales que enfrenta la sociedad: la depresión y la ansiedad.

La popularidad de estos fármacos radica en la rapidez de su acción, y se prescriben generalmente en cuadros de ansiedad o pánico, aunque también se incluyen en otros trastornos mentales como depresión o TOC. En la receta médica se desaconseja su uso prolongado en el tiempo por la rápida tolerancia y la adicción que pueden generar. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, su uso se cronifica.

Pocos recursos sanitarios

Son los médicos de atención primaria los que, ante la falta de psicólogos y recursos como la terapia cognitivo-conductual (que podría evitar en gran medida la sobremedicalización de la sociedad) se encomiendan a recetar estos fármacos para solucionar una gran batería de problemas cuya raíz es emocional en la mayoría de los casos. El problema se duplica ya que una buena parte de los pacientes se convierten en adictos y no pueden enfrentarse a los problemas que causa la vida diaria sin recurrir a su pastilla. Éstas no curan el estrés, la angustia o la ansiedad, y solo sirven para parchear un problema y no atacar su fondo.

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Consumo en España

España tiene el dudoso honor de ser el país del mundo con mayor índice de consumo por cada 1.000 habitantes de un total de 85 países, según el informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE).  El mayor índice de consumo de benzodiacepinas, por encima de las 50 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, lo encabeza nuestro país, al que siguen Serbia, Uruguay, Israel y Estados Unidos. Y señala como las más consumidas el Alprazolam, Lorazepam, Diazepam, Clonazepam, Bromazepam y Lormetazepam. Estos datos confirman el crecimiento progresivo del uso de estas drogas legales con receta. En 2020 hubo un consumo de 91,07 dosis diarias de ansiolíticos y sedantes por cada 1.000 habitantes, lo que supone un incremento del 4,5% con respecto a 2019 y de casi el 10% con respecto a hace diez años.

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El COVID-19 empeoró la situación

Ante la situación de confinamiento, que no ha hecho sino empeorar nuestra mermada salud mental, y como hemos visto en los datos en el apartado anterior, 2020 ha sido el año récord de consumo de estos fármacos. El último informe del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción apunta a que este crecimiento en la ingesta de benzodiacepinas «podría explicarse por la necesidad de combatir la ansiedad que sufren en respuesta a la pandemia y al confinamiento». 

Mujeres mayores de 65, el grupo que más las consume

Las mujeres mayores de 65 años con historial de ansiedad o depresión son el perfil que más consume estos medicamentos, según un estudio realizado en Lleida entre 2002 y 2015 y que coincide con el principio de su auge en este siglo. Asimismo, las prescripciones de este tipo de fármaco crecen conforme aumenta la edad de los pacientes, especialmente en las mujeres. El uso de benzodiacepinas en gente mayor de 65 años es peligroso, ya que comporta riesgos evitables de deterioro cognitivo y aumento de mortalidad por accidentes domésticos o caídas.

 

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