El cannabis es la droga ilegal más consumida del mundo, la primera que prueban la inmensa mayoría de los jóvenes y, pese a los mitos que rodean su consumo como el de ser una droga “blanda” o que apenas tiene efectos negativos, es una de las que más daños provoca en el cerebro de los consumidores.
El consumo crónico y continuado de hachís o marihuana en primer lugar puede producir adicción como enfermedad primaria, generar dependencia y producir cambios permanentes e irreversibles en el cerebro, que empeoran cuanto antes se haya empezado a fumar.
Tolerancia
Y es que, al principio, todos aquellos que hemos sido adictos al cannabis recordamos que apenas hacían falta unas pocas caladas a un porro para conseguir un colocón. Progresivamente, el consumo va en aumento ya que necesitamos mayores dosis para conseguir esa respuesta, e incluso aquellas sensaciones del principio se van perdiendo y se va normalizando el abuso y fumar grandes cantidades.
Pérdida de concentración
Dado que el cannabis enlentece las respuestas físicas y psíquicas del cuerpo, a los consumidores les cuesta cada vez más concentrarse en el día a día, ya sea en tareas de aprendizaje, estudios o laborales, lo que conlleva también una pérdida de rendimiento en estas áreas. Los daños cerebrales en este aspecto se incrementan cuanto más joven haya empezado el consumidor a fumar, ya que el cerebro estará en proceso de desarrollo y se verán mermadas las capacidades intelectuales y emocionales.
Síndrome amotivacional
La pérdida de motivación es otra consecuencia negativa que se produce en los consumidores de cannabis. Muestran una tendencia preocupante hacia la apatía y la desgana, no encuentran alicientes en las actividades que antes producían cierto placer, y esto es en parte debido al perjuicio que provoca la droga sobre el sistema de recompensa cerebral y la liberación desmesurada de dopamina, que deja al cerebro impasible ante otros estímulos positivos.
Daños neuronales permanentes
A largo plazo, la marihuana o el cannabis producen daños irreparables en las neuronas y esto tiene consecuencias permanentes en el estado de ánimo de las personas, con problemas graves de memoria o alteraciones en el sueño que impiden que la persona lleve su vida tanto personal como profesional de una forma óptima.
Neurosis: ansiedad y depresión
Con el progreso del consumo a lo largo del tiempo, una de las reacciones que más experimentan los consumidores de cannabis es la aparición de procesos ansiosos y depresivos. En el plano de la ansiedad, ésta se presenta porque el adicto no es capaz de enfrentar las situaciones de estrés de la vida diaria, ya que usa el porro para evadirse y no tener que gestionarlas. Asimismo, el consumo puede acabar desarrollando también episodios intensos de pánico. En cuanto a la depresión, el cannabis desregula una gran cantidad de procesos químicos en el cerebro que tienen que ver con neurotransmisores fundamentales, por lo que ese desequilibrio termina pasando factura y llevando a la persona a una neurosis depresiva.
Brotes psicóticos o esquizofrenia
En personas genéticamente vulnerables, incluso el consumo esporádico de hachís o marihuana puede desencadenar la aparición de un trastorno psicótico o derivar en una esquizofrenia que acompañe de por vida a la persona fumadora. Pueden aparecer ideaciones paranoides y una desconexión total o parcial con la realidad.
Problemas de sueño
En una primera etapa de consumo, la mayoría de consumidores sienten que fumar un porro antes de dormir provoca que se queden dormidos antes y a priori creen que mejora la cantidad y calidad del sueño nocturno. Con el tiempo, sin embargo, se acorta la fase REM y se tiene un sueño de peor calidad, y además la persona se crea un miedo irracional a no poder dormir en caso de no fumar.