La historia de Betty Ford está estrechamente vinculada al mundo de las adicciones, no solo por su impacto personal y su propia historia, sino también por su influencia en la conciencia y el tratamiento de la adicción a nivel nacional e internacional.
Nacida como Elizabeth Anne Bloomer en 1918 en Chicago, Betty Ford demostró desde temprana edad una fuerte determinación y una pasión por la justicia social. Esta determinación la llevó a convertirse en una figura influyente en la lucha por los derechos de la mujer, la salud mental y la prevención y tratamiento de las adicciones.
Sin embargo, la conexión más profunda de Betty Ford con el mundo de las adicciones comenzó en un momento crítico de su vida. En la década de 1970, mientras su esposo, Gerald Ford, servía como presidente de los Estados Unidos, Betty enfrentó un diagnóstico personal que cambiaría su vida y su legado para siempre: el abuso de alcohol y analgésicos. Su hija Susan Ford, cuando Betty contaba 60 años, veía la espiral destructiva en la que estaba sumida su madre y decidió organizar una intervención con familiares y médicos para que definitivamente reconociese su adicción. Después, ingresaría en el Hospital Naval de Long Beach durante unos meses para desintoxicarse y recuperarse.
Este revelador capítulo de su vida no solo desafió las nociones tradicionales sobre la adicción, sino que también la impulsó a reconocer la necesidad de un cambio significativo en la forma en que la sociedad y el sistema de salud abordaban el problema de las adicciones.
En 1982, Betty Ford fundó el famoso Centro de Tratamiento Betty Ford en California. Este centro pionero se estableció como un lugar de sanación y recuperación para aquellos que luchaban con la adicción, proporcionando un enfoque integral y compasivo que abordaba no sólo la dependencia química, sino también las necesidades emocionales y psicológicas de los pacientes. El enfoque desarrollado por Ford se deriva del modelo Minnesota, el cual implica la aplicación de los doce pasos de Alcohólicos Anónimos. Este enfoque se emplea en el tratamiento de varios tipos de adicciones, abordando tanto el abuso de sustancias como el trastorno por consumo de alcohol, en conjunto con el abordaje de la perspectiva de género. Esta visión asume que la base de las adicciones en las mujeres es muy diferente a la de los hombres, así como los patrones de consumo y drogas específicas de abuso.
El legado de Betty Ford trascendió su tiempo en la Casa Blanca, convirtiéndola en una defensora incansable de la comprensión y la empatía hacia las personas que luchan con la adicción. Su valiente disposición a hablar abierta y honestamente sobre sus propias batallas personales contribuyó a desestigmatizar la adicción y alentar a otros a buscar ayuda sin vergüenza ni juicio. El propio Obama reconoció que “como primera dama, fue una de las grandes defensoras de la salud y de los derechos de las mujeres. Tras abandonar la Casa Blanca, ayudó a reducir el estigma social que pesaba sobre las adicciones e inspiró a miles de personas para buscar tratamiento”.
Más allá de su influencia en los Estados Unidos, el legado de Betty Ford resonó a nivel mundial, inspirando un cambio en la percepción de las adicciones y promoviendo el tratamiento compasivo como una ruta hacia la recuperación.
Betty Ford no solo dejó una huella imborrable en la conciencia colectiva en torno a las adicciones, sino que también sentó las bases para un enfoque más comprensivo y holístico para abordar este desafío global. Su legado perdura a través de su compromiso con la autenticidad, el cuidado compasivo y la lucha por un mundo en el que aquellos que luchan con las adicciones sean vistos, escuchados y apoyados.