De qué se trata cuando hablamos de recaída en las adicciones

recaidas

La adicción es una enfermedad crónica, progresiva y mortal. Una persona, por muchos años que lleve en abstinencia de drogas, no es inmune a la recaída, está a la misma distancia del consumo que otra persona que lleve solo dos días de limpieza. El adicto tiende de forma natural a la recaída, es su naturaleza, y por ello es importante un plan de tratamiento a largo plazo que incluya prevención de recaídas. 

Desgraciadamente, la recaída puede formar parte del proceso de recuperación de una persona, pero quizá una recaída sea el acicate definitivo que necesita esa persona para lograr una abstinencia prolongada o de por vida.

La adicción no se cura ni se detiene por el mero hecho de dejar de consumir drogas. De hecho, muchos adictos que empiezan a estar abstinentes o llevan ya un tiempo, expresan como se ha manifestado la enfermedad en otros aspectos de su vida: llevan la obsesión al trabajo, al deporte, al sexo, a las compras…o a cualquier otra adicción comportamental. 

Simplemente, la abstinencia es un prerrequisito para empezar a sanar la personalidad que está debajo del aparente caos de las drogas y que es el verdadero problema, no las drogas en particular. Éstas son sólo el síntoma más visible de que algo no está bien. Por eso, la parte mental y espiritual de las terapias de grupo es tan importante: hablar, sacar poco a poco las piedras de la mochila, identificarse con otros adictos y poner acción para llegar a una nueva forma de pensar no distorsionada por la adicción y el egocentrismo característico de ésta.

¿Que es una recaída?

La recaída es el nombre que se le da al hecho de volver a beber alcohol o drogarse, pero es un proceso más o menos largo en el que el consumo es simplemente la consecuencia de volver a los antiguos patrones de conducta y la forma de pensar distorsionada por la adicción. 

Como hemos mencionado antes, los adictos pueden perder el control en otras facetas de su vida, y una señal de alarma evidente ante un proceso de recaída es que el adicto esté envuelto en rutinas obsesivas y compulsivas que le llevan a la degradación física, mental y espiritual. Hablamos en este caso de recaída conductual. Muchos adictos lo manifiestan así: “No necesito consumir drogas para volverme loco”.

Un terapeuta o un compañero de recuperación con experiencia pueden identificar perfectamente un proceso de recaída. Si el adicto está asistiendo a sus terapias, es muy posible que consiga detenerlo, ya que los profesionales o los compañeros de recuperación con experiencia y que mejor le conocen le marcarán los síntomas y señales de alarma para darle la vuelta a la situación.

Estas señales de alarma comprenden, como hemos mencionado antes, desde la obsesión por algún aspecto concreto de su vida (trabajo, deporte, sexo, etc.), una emoción de tristeza, ira, soledad o aislamiento mal gestionada, una relación con una pareja, sentimientos de depresión, ansiedad o un acumulamiento de estrés. Es importante destacar que los adictos no pueden pasar demasiado tiempo bajo altos niveles de estrés, ya que éste es un disparador clave para volver a las conductas compulsivas. Cuando hablamos de esa sensación de ansiedad, depresión o vacío e insatisfacción que se prolonga en el tiempo, hablamos de recaída emocional.

Es importante destacar que una persona tiene más probabilidades de recaer durante el primer año de recuperación, pues no se han sentado todavía las bases necesarias para la abstinencia prolongada y el último consumo está cercano en el tiempo. En este sentido, la persona con poco tiempo de abstinencia es muy vulnerable a estímulos externos, y por ello en los tratamientos se recomienda que se mantenga alejado de amigos y/o personas que consuman o de lugares en los que consumía.

Sin embargo, y como decíamos al principio del artículo, el adicto debe estar vigilante con su proceso de recuperación, ya que la complacencia o la autosuficiencia de llevar un tiempo limpio puede causar justamente el efecto contrario y llevarle a una sensación de falsa seguridad. En este sentido, una señal de alarma evidente sería que esté dejando o cada vez asista a menos reuniones o terapias, no esté en contacto con compañeros de recuperación y su terapeuta o consejero, o esté dejando de cumplir con su rutina de horarios y con las actividades que le procuran bienestar, como la meditación o el deporte.

Por último, es necesario mencionar que el proceso de recuperación de un adicto no es una línea siempre ascendente de forma lineal, sino que tiene altibajos y épocas más complicadas, pero no por ello tiene que recaer. Con honestidad, poniendo en práctica los nuevos valores que le ha enseñado el tratamiento y siendo constante y disciplinado con éste, tiene herramientas suficientes para conseguir prolongar su abstinencia y disfrutar de la vida sin la necesidad de beber alcohol o consumir drogas.

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