La adicción es una enfermedad muy compleja y multifactorial, y puede darse en cualquier persona más allá de su personalidad. Si bien es cierto que entre un 40 y un 60% de las probabilidades de que una persona pueda desarrollar adicción a alcohol, drogas u otros comportamientos adictivos conductuales (juego, pornografía, videojuegos, deporte, comida…) se encuentran en los genes, la interacción de la persona con el medio ambiente y las circunstancias personales específicas que le toca vivir y que no ha elegido voluntariamente juegan también la otra mitad de las posibilidades. Esto quiere decir que una persona a priori con una base genética que predispone a la adicción no llegue a desarrollar la enfermedad, mientras que otra que en principio no cuenta con un historial familiar de adicciones y sin genes involucrados directamente puede, debido a su interacción con el ambiente y las circunstancias, acabar teniendo problemas de alcohol y drogas.
Es por ello que no nos gusta hablar de “personalidad adictiva” y sí de rasgos de personalidad que pueden resultar comunes, ya que tanto los individuos como sus propios cerebros son muy concretos, específicos y variados. Hablar de una personalidad adictiva común a todos ellos sería muy reduccionista, aunque nuestras experiencias en terapias de grupo con miles de pacientes adictos que se identifican unos con otros puedan hacernos parecer lo contrario. De hecho, las terapias de grupo son tan útiles y beneficiosas para tratar las adicciones por el fenómeno de la identificación que se produce en ellas, y que hacen que el adicto se sienta “en su sitio”, “en casa” ya que se ve reflejado en lo que hablan sus compañeros.
A continuación, enumeramos algunos rasgos de personalidad comunes a los adictos:
* Impulsividad: el adicto tiene un problema con su conducta compulsiva y un déficit de control sobre sus impulsos. No son capaces de controlar no solo el consumo de drogas, sino sus emociones y su búsqueda de experimentar algo diferente que les ayude a enfrentar la vida. Una vez que dejan de consumir, buscan impulsiva y compulsivamente el chute de dopamina en cualquier parte: estrés, ansiedad, sexo, azúcar, deporte.
La impulsividad es un factor decisivo en el desarrollo del alcoholismo o la adicción a drogas, de hecho es un marcador importante de vulnerabilidad según algunos prestigiosos estudios realizados al respecto.
* Postergación y pereza: no resulta extraño que un adicto pase más tiempo durmiendo y en la cama del que debe, le cueste cumplir con sus responsabilidades personales y se sienta con falta de motivación y energía, lo cual en parte es debido al desbalance de los químicos del cerebro resultantes del consumo de alcohol y/o drogas.
* Tendencia a la ansiedad, la depresión y la negación: la negación proviene del inconsciente más primitivo de las personas, y el adicto lo usa para proteger su consumo a toda costa, ya que piensa que sin él no podría vivir. Hay que tener en cuenta que un adicto no entiende su funcionamiento en el día a día sin consumir alcohol o drogas, es la muleta que le sujeta. Sin embargo, o bien consume porque tuvo problemas de ansiedad y depresión en el pasado por culpa de experiencias traumáticas u otros problemas añadidos de salud mental, o bien experimenta la ansiedad y la depresión a consecuencia de su consumo, que le impide experimentar placer con las pequeñas cosas de la vida que los no adictos si pueden disfrutar ya que no han inundado su cerebro con dopamina artificial procedente de sustancias. Los adictos tienen, por tanto, un déficit de dopamina y de ciertos neurotransmisores que les hacen proclives a padecer de forma crónica ansiedad y depresión, lo que puede resultar en una puerta giratoria que les lleva una y otra vez al mismo punto si continúan buscando esa felicidad “falsa” en las drogas.
* Egocentrismo: el adicto, por norma general, tiene el ego sobredimensionado. Si tenemos un familiar adicto, podemos observar cómo intenta manipular las situaciones o mentir para llevárselas a su favor y salirse siempre con la suya. Presenta grandiosidad, narcisismo, desconexión, vacío espiritual. Al no poder llenar su vacío, nunca tiene suficiente. Sexo, dinero, juego, poder, relaciones, codependencia y estrés pueden suplir a las drogas durante un tiempo, pero el vacío espiritual sigue intacto.
* Inestabilidad e inmadurez emocional. inconstancia, cambios de trabajo: el adicto que ha empezado joven a consumir drogas, que son la gran mayoría, (la edad de comienzo está alrededor de los 14 años) han detenido por completo su crecimiento personal y emocional, y son personas a las que les cuesta tener conversaciones profundas sobre sentimientos y reaccionan como niños pequeños con rabietas, ira o incluso violencia cuando se sienten atacados. Asimismo, no tienen paciencia para mejorar en un determinado puesto de trabajo y es habitual que no duren mucho en ellos y busquen continuamente ese trabajo “mágico” que les haga estar en armonía.
* Falta de tolerancia a la frustración: como hemos mencionado anteriormente, el adicto está acostumbrado a tener el control y salirse con la suya, por lo que cuando la vida no funciona como ellos esperan, se vienen abajo y cualquier inconveniente les derriba como si fuesen una torre de cristal. Este es uno de los motivos importantes por los cuales en el tratamiento tratamos de frustrarles y hacer que se trabajen esta capacidad, ya que no siempre salen las cosas como queremos y deben estar preparados para afrontar la vida tal y como es: pérdida de trabajos, relaciones, fallecimiento de seres queridos, enfermedades graves…
* Actitudes y conductas fluctuantes, ambivalencia y dualidad: el adicto tiene, como mínimo, dos personas dentro de él. Hay un “angelito” que desea cambiar y dejar de consumir porque sabe que en el fondo está sufriendo y padeciendo, pero por otro lado está la voz de la adicción que le dice que él no tiene un problema y le hace creer que puede controlar. Cuando deja de consumir drogas, la voz de la adicción sigue ahí y se extrapola a todas las áreas de la vida de la persona.
* Trastornos de la personalidad: no es extraño que muchos adictos reciban una gran cantidad de diagnósticos de psiquiatras y psicólogos, puesto que la gran mayoría poseen rasgos de los típicos trastornos de la personalidad y es difícil encasillarlos en uno solo: pueden tener tendencias obsesivo-compulsivas, paranoides, de trastorno límite, evitativos, histriónicos o antisociales.
* Tendencia a pensar de forma mágica o irracional: los adictos son dados a pensar muchísimo y al aislamiento, y se hacen algunas “películas” que la realidad no tarda demasiado tiempo en derribar. Tienden a futurizar y anticipar catástrofes o hechos beneficiosos según se encuentren en un estado mental u otro. El pensamiento mágico o conocimiento mágico consiste en una manera de llegar a ciertas conclusiones, basada en supuestos informales, erróneos o no justificados y, frecuentemente, sobrenaturales, que genera opiniones o ideas carentes de fundamentación empírica robusta.