Muchos adictos, en su etapa de consumo activo, han llegado a hacer cosas de las que se sienten arrepentidos. Muchos han robado a otras personas, incluso a su propia familia, con tal de conseguir dinero para la siguiente dosis. Han engañado, han mentido y han manipulado todo lo posible con tal de conseguir drogas, y su enfermedad les ha dejado un enorme vacío de valores éticos. Muchos de ellos no son conscientes en las primeras etapas de la recuperación, pero tienen la oportunidad de analizar su vida con el paso del tiempo.
El primer valor que se ha de enseñar a un adicto es el de la honestidad en todas las áreas de su vida, ya que un adicto que sigue mintiendo, tarde o temprano acabará recayendo en el consumo de drogas, o lo que es peor, en ser la misma persona que cuando consumía pero sin consumir. Por ello, en terapia de grupo, se realza el valor que tiene contar episodios dificultosos, secretos e intimidades que, si se guardan en el baúl y se hace como si no existiera, le pueden llevar a una recaída. Seguir engañando se hace difícil en recuperación, porque ya no está la droga para aliviar la consciencia.
Donde hubo miedo, el adicto tiene que empezar a confiar y tener fe, esperanza y valor. Fe y esperanza en tener una vida de calidad, en la que puedan cumplirse los sueños que el consumo se encargó de neutralizar por ser éste lo más importante en su vida anterior. La persona podrá analizar cuáles son esos sentimientos a los que había rehusado enfrentarse, y que había tapado con el consumo de drogas. Esos sentimientos aparecerán en recuperación, y no querer afrontarlos son caldo de cultivo para una recaída o para desarrollar otras conductas adictivas sin sustancia, como el sexo, las compras o la comida. Por ello es tan necesario el valor, y saber que los sentimientos, tarde o temprano pasarán.
Otro de los valores imprescindibles en la recuperación de los adictos es la autodisciplina, que en un primer momento se desarrolla gracias al tratamiento conductual y que requiere que se cumplan unos horarios previamente establecidos. Esta rutina es imprescindible para recuperar una vida ordenada y normalizar unos horarios que el consumo de drogas había trastocado.
Así mismo, la humildad comienza a trabajarse en terapia, aceptando lo que el resto de adictos que la conforman y el terapeuta aconsejan o sugieren en base a su experiencia. Muchos adictos son personas tercas y prepotentes que piensan que lo saben todo, y deben dejar entrar ideas nuevas y hacer caso, ya que saltarse unos límites impuestos desde fuera pueden abonar el caldo de cultivo de una recaída.
Por último, debido a la naturaleza egocéntrica de la enfermedad de la adicción, el servicio desinteresado es una herramienta fundamental y un valor que se ha de inculcar no solo a los adictos, sino a todas las personas. En los grupos de 12 pasos, por ejemplo, cuando un veterano pasa por una época complicada, se vuelca en ayudar a los miembros más nuevos, aunque el espíritu de ayudar a los demás es conveniente que se aplique al área familiar y en la propia comunidad.